Este ensayo fue publicado originalmente por Plan Philly.
Empecé a escribir hace unas semanas sobre el barrio de Kensington, donde vivo y trabajo, en respuesta al cierre repentino de la estación de SEPTA en Somerset. La abrupta interrupción del servicio sacó a relucir muchos problemas con los que mi comunidad ha lidiado durante años, y en las semanas siguientes, las noticias fueron constantes.
Esta semana apareció un anuncio de fondos de una subvención diseñada para ayudar a que la comunidad cree resiliencia y mejore la calidad de vida en el medio de una aplastante epidemia de opiáceos. Antes de eso, noticias de una reversionada Unidad de Respuesta a los Opiáceos del ayuntamiento, una actualización de una “hoja de ruta para tener comunidades más seguras en la ciudad” de 2019 y, del fiscal interino de los EE. UU. del distrito este de Pensilvania: All Hands On Deck —una nueva estrategia para reducir la violencia en Filadelfia cuya meta era que los delincuentes más violentos estuviesen tras las rejas durante un tiempo muy largo.
Hemos transitado estos caminos antes, y se han logrado muy pocos resultados. Los residentes, incluidos los negocios y las organizaciones sin fines de lucro, cuentan con décadas de información e historia colectiva sobre diversas estrategias y soluciones para mejorar las condiciones en Kensington y Filadelfia, pero esa información está subvalorada por la gente poderosa, que no la respeta, propone sus propias soluciones y no consulta a los residentes.
El cierre de la estación y la imposibilidad de abordar la violencia, la adicción y el problema de la falta de vivienda son síntomas de una enfermedad más grande, que incluye la repetición de respuestas estructurales similares, fallidas, durante los últimos 20 años.
Si estas respuestas hubiesen sido satisfactorias, no estaríamos en la situación actual. Nuestra falta continua de una estrategia cohesiva, satisfactoria y comunitaria para abordar la pobreza, el racismo sistémico, la falta de vivienda, el alcoholismo y la adicción a las drogas, la gentrificación y la explotación inmobiliaria, además de la falta de apoyo para los problemas de salud mental, son los factores por los que la estación de Somerset cerró y los que tenemos que resolver para mantenerla abierta.
Aquí presento una cronología abreviada de esas dos décadas de historia que está fundada en mi perspectiva como director ejecutivo de New Kensington CDC (una organización sin fines de lucro cuyo trabajo consiste en brindar viviendas y servicios sociales a la comunidad), un doctorado en antropología urbana y 25 años de implementación y evaluación de diversos programas en esta comunidad. (NKCDC ha participado en las iniciativas del Fondo para la Resiliencia de la ciudad y recibió fondos de la ciudad para otros programas).
Lo que es más importante, aporto mi experiencia de vida como hombre de raza negra y residente de Kensington desde hace 20 años. Esta cronología de la historia reciente de Kensington revela lecciones para el futuro.
1998-2002: una era de fuerte control policial
En 2001, al final de una enérgica campaña antidelito liderada por la policía y con respaldo federal, conocida como Operation Sunrise (Operación Amanecer), compré mi casa, que está frente al parque McPherson Square. Unos días antes de mudarme, hubo un homicidio triple a aproximadamente 200 pies (60 metros) del umbral de mi casa. Todavía recuerdo la cinta amarilla de la escena del crimen ondeando en el viento. Sin embargo, esa vista no me sorprendía. Cuando me mudé, ya conocía el área y sus luchas. Había trabajado allí durante unos años en la evaluación de un programa de intervención contra la violencia.
Operation Sunrise se creó bajo la dirección del comisario John Timoney en 1998 en respuesta al aumento de la violencia y la venta de drogas. Su estrategia era de “tolerancia cero”: un control policial enérgico y la colaboración de más de una decena de agencias federales, estatales y de la ciudad en un sector de 2.4 millas cuadradas (aproximadamente 6 km2) de Filadelfia muy afectado por las drogas y el delito. A pesar de los problemas que el área seguía teniendo cuando me mudé, los titulares de las noticias decían cosas como “La policía recupera un gueto de drogas”. Se había declarado la victoria. A partir de esa “victoria”, el nuevo comisario Sylvester Johnson implementó la Operation Safe Streets (Operación Calles Seguras) en 2002, de nuevo centrándose en una estrategia policial dura. Después de cinco años y de un gasto de aproximadamente $100 millones de dólares, una evaluación de la intervención avalada por el gobierno halló que no hubo ningún impacto significativo en los homicidios y en otros problemas.
2010-2012: cambio a un enfoque “cuadra por cuadra”
En 2008, en el medio de un aumento de los homicidios, el negocio de los narcóticos y otros delitos registrados en Filadelfia —con un impacto desproporcionado en Kensington—, se eligió a Charles Ramsey como comisario nuevo. En 2010 y 2011, un hombre, al que luego se conoció como el “estrangulador de Kensington”, asesinó a varias prostitutas de la zona, y la mirada de la ciudad y la nación se encuadró en el área. Cuando la crisis ganó terreno en la prensa, un periodista golpeó al azar mi puerta y yo le hice un comentario que, de forma extraña, sigue siendo pertinente hoy en día: “En Filadelfia” —dijimos— “no valoramos este espacio como otros espacios ni a los residentes. Aquí la gente es descartable. Aquí los problemas podrían aislarse, pero afectan a cada persona de la ciudad. Con una subvaloración suficiente, pueden ocurrir cosas como estas”.
En respuesta al aumento de los delitos y la consiguiente atención pública, Ramsey instituyó una estrategia que se centró en un método de control policial comunitario, con el énfasis puesto especialmente en Kensington y McPherson Square. Esta estrategia exigió que la comunidad confiara y trabajara de cerca con un distrito con el que recientemente se había demostrado que no eran buenos socios. Según lo declarado por Manny Citron, exsubdirector general de la ciudad de Filadelfia y coordinador de la división noreste de Philly Rising: “La idea es intervenir e integrar servicios preexistentes”.
De esta forma, comenzó el cambio de un control policial con tolerancia cero a un control policial comunitario. Pero, los que estaban en el poder volvieron a defraudar a Kensington. En noviembre de 2010, se arrestó por los cargos de extorsión y amenazas de violencia al inspector Daniel Castro, excapitán del distrito n.º 24 correspondiente a Kensington, junto a la acusación de otros agentes en varios casos de alto perfil que involucraban delitos contra la comunidad de Kensington a la que le brindaban su servicio.
En el distrito n.º 24, se estableció una estrategia de “cuadra por cuadra”, y uno de los pilotos se llevó a cabo en la cuadra detrás de mi casa. El Philadelphia Inquirer publicó un artículo acerca de cómo esta iniciativa esencialmente representaba un éxito en la semana de lanzamiento del proyecto. Podría decirse que, en el transcurso de unos meses, los delitos habían aumentado.
El control policial comunitario también abrió la puerta a la crítica constante de los residentes cuando elegían no participar en un plan que no habían creado. Al mismo tiempo, a la par que la policía le pedía a la gente que confiara en ellos y colaborara en esta tarea de control policial comunitario, la ciudad experimentaba un aumento desproporcionado de tiroteos con participación policial, con una de las tasas más altas del país.
Todavía en 2012, empezábamos otra vez a ver los titulares del éxito: “Aunamos fuerzas para un futuro más prometedor para Kensington.”
2017-2019: despejando las vías
En 2017, la atención se había desviado a los cientos de individuos con adicción a los opiáceos que vivían a lo largo de las vías del Conrail en Kensington, en condiciones deplorables, casi irreales. La ciudad respondió a las convocatorias de acción colaborando con Conrail para despejar las vías. Para quienes vivimos en el área, esto se sintió como la falta de un plan real más allá del desplazamiento. La mayoría de las personas se reubicaron en los pasos vehiculares norte-sur de Kensington Avenue, Emerald Street, Frankford Avenue y Tulip Street.
Al mismo tiempo, solo unos años después del interés especial depositado en McPherson Square, una bibliotecaria de ese sector recibió atención nacional por sus capacitaciones sobre el uso de Narcan a raíz de las sobredosis habituales que se estaban produciendo en el baño de la biblioteca. Además, las tasas de homicidio fueron las más altas en 10 años.
En 2018, en la oficina de los directores generales de la administración de Kenney, surgió el Proyecto de Resiliencia. Una de las primeras tareas del Proyecto de Resiliencia fue despejar los pasos vehiculares. A los días de que ocurriera eso en Kensington Avenue y Frankford Avenue, emergieron proyectos de desarrollo masivo. Pasamos de tener campos con ciudadanos sin techo a la construcción de casas de $369,000 a tan solo pasos de allí.
Si revisan los registros inmobiliarios en Kensington Avenue, también verán que, en simultáneo con el desplazamiento de los campamentos, hubo una afluencia masiva de promotores inmobiliarios que compraban propiedades, que todavía siguen vacantes y son una plaga para la comunidad. Tal como sucedió con la orden de despejar las vías del Conrail, no había un plan real. Las personas que habían estado viviendo en el área se diseminaron por la comunidad.
Como parte del Proyecto de Resiliencia, la administración de Kenney prometió crear junto con la comunidad una serie de métricas para identificar el éxito. Esto sonaba prometedor hasta que descubrimos que no había un punto de entrada para un aporte constructivo. Le escribí directamente al director general y le destaqué este punto, además de describirle gran parte de la historia de 20 años que estoy compartiendo ahora con ustedes y de explicarle por qué las métricas que habían elegido no mostrarían ninguna clase de éxito real. Por ejemplo, si el énfasis estaba puesto en anunciar que eliminaron de forma satisfactoria un campamento, pero no pudieron identificar una reducción en los ciudadanos sin vivienda, no solo en Kensington sino en Filadelfia en su totalidad, realmente no se había logrado nada. El desalojo no es una victoria.
Le voy a dar crédito al director porque me respondió y me dijo que valoró mi análisis, pero que debería tener un poco de fe y apoyar sus iniciativas, ya que esta vez sería diferente. Le respondí que le volvería a escribir en un año, cuando el programa fracasara, y fue lo que hice. El director renunció un par de meses después.
El Proyecto de Resiliencia se centró en objetivos como despejar los campamentos, reducir la actividad delictiva, reducir la cantidad de personas sin vivienda, reducir la basura y los desechos, reducir las sobredosis y las enfermedades infecciosas, aumentar las opciones de tratamiento y movilizar recursos comunitarios. Esa iniciativa acaba de relanzarse con un formato ampliado y renovado que se denomina Unidad de Respuesta a los Opiáceos. La nueva iniciativa surge después de un año de aumento de las muertes relacionadas con los opiáceos, que afectaron especialmente a la comunidad de personas de raza negra y la comunidad de personas latinas, con un aumento de las muertes por sobredosis del 40 % en la primera y del 6 % en la segunda.
Patrones que se repiten
Al revisar los últimos 20 años de obras en Kensington, surgen temas y patrones en común:
- Todas las iniciativas pasaron por la oficina del director general de la ciudad o fueron las obras frecuentemente centralizadas del Departamento de Policía de Filadelfia, sin la experiencia y los recursos para implementar estrategias que aborden la pobreza, la adicción y la violencia, y ayuden a la gente sin vivienda.
- No hubo procesos de compromiso comunitario, participativo y auténtico que llevaran a compartir el poder y a crear soluciones con la comunidad de forma conjunta.
- En cada iniciativa, se ha tratado a Kensington y a sus residentes como si fueran el problema, ignorando las causas reales de las cuestiones centrales, despreciando a los residentes y alentando la explotación adicional de la comunidad.
- Después de 20 años de intervenciones, las desigualdades raciales en áreas que van desde la vivienda hasta hlos resultados sanitarios han aumentado, y si bien cada obra se atribuye algún nivel de éxito, ninguna ha conseguido ningún logro cuantificable que sea sostenible para los residentes, solo para aquellos que lideraban las iniciativas.
De aquí en adelante
Considerando todo lo que hemos observado, propongo que creemos un marco que lleve a las personas adecuadas a los puestos correctos, para crear soluciones que cambien el curso del poder y generen resultados eficaces y sostenibles.
Enfoque regional: este no es un problema de Kensington. Este es un problema regional y deben participar todos los estados, condados y ciudades del área para apoyar a los residentes que desembocaron en Kensington.
Si se hace aquí, entonces debe hacerse en todas partes: como este es un asunto regional, lo que sea que hagamos en Kensington y que nos resulte cómodo debe ser una opción cómoda en cualquier otro lado. Si queremos experimentar con casas diminutas en McPherson Square, o que esta sea una zona libre de drogas, deberíamos implementar el mismo experimento en Rittenhouse Square, FDR Park, Clark Park y Pennypacker Park.
Enfoque integral: cada problema repercute directamente en el otro; por lo tanto, debemos abordarlos a todos juntos para que el resultado sea eficaz. No se trata simplemente de un problema de “drogas” o “violencia”. Es un problema relacionado con la pobreza, los puestos de trabajo, la educación, el racismo, la salud, la vivienda y la gentrificación.
Escala: no debe asustarnos identificar la escala (incluida la escala financiera) de cada faceta del problema. Debemos realizar un abordaje directo en lugar de ceder el poder a otros sectores, como los promotores inmobiliarios privados, que recurren a enfoques que benefician solo sus propios intereses.
Recursos: debe haber una inversión en las organizaciones que comparten valores fundamentales y centran a la comunidad. Deben contribuir las partes interesadas de toda la región, y el gobierno debe hacerlos responsables.
Situaciones traumáticas: como parte de la solución, debemos reconocer y abordar las situaciones traumáticas de la comunidad, creadas por décadas de estrategias fallidas y por la prioridad que se les dio a las necesidades de las personas de afuera por sobre las de los residentes.
El control policial debe descentralizarse: ya no podemos depender del control policial como estrategia principal para resolver los problemas sociales y económicos.
Liderazgo: de forma similar, el gobierno de la ciudad no puede liderar estas iniciativas. El ayuntamiento debe trabajar con socios regionales, presionando a las instituciones como las universidades y los hospitales para que contribuyan, y a la vez cediendo el liderazgo a organizaciones locales totalmente competentes que estén conectadas con la comunidad. Los proyectos deben estar ejecutados por personas que no tengan miedo de fallar y, además, por personas que estén íntimamente conectadas con los problemas y que sientan la urgencia de resolverlos, no por personas que cambien de trabajo y que no tengan un compromiso personal con las soluciones.
Estrategia de desarrollo comunitario: debe crearse en conjunto un plan de desarrollo antidesalojo liderado por la comunidad, en el que se debe invertir para garantizar que los residentes actuales se beneficien con los cambios positivos en su vecindario.
Discurso: el relato de lo que funciona y lo que no funciona debe provenir de los residentes que tienen una historia colectiva, y debe valorarse ese relato en el diseño de las intervenciones. Los periodistas y los académicos suelen ser parte del problema en sus idas y vueltas, y a menudo se los invita a que cuenten historias de “éxito” y “victoria” antes de que haya alguna.
Señal de un camino para seguir
Aunque me siento frustrado por el fracaso para aprender de la historia pasada, también tengo esperanzas. Hace unas semanas, hubo un pequeño triunfo y un indicio de un camino para seguir. El 19 de marzo, sin haber consultado a los residentes de Kensington, SEPTA anunció el cierre indefinido de la estación de Somerset Street correspondiente a la línea de Market-Frankford debido a condiciones de trabajo inseguras y al deterioro de la estación por la presencia de agujas y desechos de origen humano. En el transcurso de unos días, los residentes, grupos cívicos, organizaciones sin fines de lucro y miembros del municipio, todos aquellos que no se habían tenido en cuenta, se organizaron y, una semana después del cierre, más de 200 integrantes de la comunidad salieron a las calles a la voz de “¡Seguridad y soluciones ahora!”. Una semana después de la marcha, SEPTA anunció que la estación volvería a abrir el 5 de abril.
¿Qué hizo que una serie aparentemente interminable de reparaciones de pronto se volviera factible? La acción colectiva y el enunciado claro de nuestra opinión. Los residentes, los grupos cívicos y las organizaciones sin fines de lucro se pusieron de pie, todos juntos, y ganaron esta batalla. Ahora, la pregunta es la siguiente: ¿cómo mantenemos la estación abierta? Y la respuesta es la misma: replanteando el problema, tomando medidas colectivas y construyendo un proceso participativo y comunitario.
Se le suele atribuir a George Santayana la frase “Aquellos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo”. Estamos en un momento de oportunidades para el cambio. Yo no quiero repetir los mismos errores. No es algo que nos podamos permitir.